Reseña de libro: Otra cosa. Siento tres canciones de Mauricio Redolés.
El último libro del poeta y músico Mauricio Redolés se titula Otra cosa. Siento tres canciones de Mauricio Redolés, y es presentado por su autor como un cancionero, donde recorre un extenso arco temporal que va aproximadamente desde 1978 a 2022, para compendiar un corpus de ciento tres (103) canciones de su autoría, la mayoría de las cuales fueron grabadas en los once discos que el músico ha publicado hasta la fecha. Ya en su titulo aparece el juego poético con el lenguaje al que el creador nos tiene acostumbrados, intercambiando ciento por siento, palabras de significado distinto, pero que en la poética de Redolés parecen unificar la dimensión numérica de su obra en tanto volumen de creación, con la emocionalidad que la sustenta, creando una polisemía que nos obliga a sopesar con detención cada una de las frases (o versos) que el autor despliega en su discurso. Este juego con el significado y el sonido de las palabras se nutre en gran medida de la fascinación que Redolés tiene por el habla popular chilena (o shilena) y su capacidad para modificar continuamente el lenguaje, lo que se hace evidente al leer las letras de las canciones que aparecen en las páginas del libro, donde encontramos expresiones tales como kem pana, los tangolpiando, eh rica, que ejemplifican el uso extendido de este recurso en su creación. Relevante también es conocer cómo el músico explica el proceso que lleva a cabo para crear una canción: “hacer canciones es más una artesanía que un arte. Tiene más que ver con la acción de pasar la escoba en la cocina, tarareando una melodía que recién aparece en tu cabeza” (Redolés 2023:10), y cómo relaciona esta técnica poética con la vida cotidiana y la importancia de crear artefactos culturales que sirvan de marcas para la memoria.
Lejos del formato revista o facsímil que evoca la
palabra cancionero, esta publicación es un grueso dossier de 431 páginas, que
compendia un gran volumen de material sobre el músico, donde este reúne a un mismo
tiempo un cancionero para guitarra (de ahí la foto de la portada), un libro de
crónicas, un documento fotográfico, y lo que podríamos llamar una fuente sonora, dispuestos de manera que el
lector pueda acceder desde cualquier punto de entrada que concite su atención. El
libro es efectivamente un cancionero, porque en él aparecen las letras de las
canciones de Redolés con sus respectivos acordes de guitarra, e incluso con el
diagrama de las posturas de estos, siguiendo en cierta forma el modelo clásico instaurado
en los años 80 por la revista La
Bicicleta, el cual a su vez es tributario de lo desarrollado en los años
60, por la revista El Musiquero. La
presentación cronológica de todas estas piezas comienza con el casete Malas intenciones, que el músico grabó
en 1978 en su exilio en Londres, y del cual había olvidado su existencia, para
redescubrirlo durante el encierro de la pandemia, y reconocerlo actualmente como
su primera obra fonográfica. Desde este hito avanza el recorrido por sus once
producciones, donde la deriva existencial va transformando la estética de su
discurso poético y su aproximación a la guitarra, pasando del inicial arpegio
en línea con el folk y la trova, a una relación más libre con los acordes y
muchas veces más cercana al cluster y
al ruido. Los estilos ocupados también se van mezclando, transitando entre
trova, folk rock, blues, punk, reggae, calipso, ragamufin, cumbia, cueca y corrido,
configurando una síntesis que cada vez tiende más al collage sonoro.
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Portada del libro Otra cosa. Siento tres canciones de
Mauricio Redolés.
Fotografía del Facebook de Mauricio Redolés. |
Este trabajo es también un libro de crónicas, porque
el autor se preocupa de hacer un relato de aspectos que considera relevantes en
la génesis de cada uno de sus discos y de acompañar con una microhistoria cada
una de las canciones, declarando además las influencias musicales que lo
llevaron a realizar estas creaciones, lo que constituye un incipiente auto
análisis musicológico. De esta forma nos enteramos de aspectos de su exilio en
Inglaterra, del retorno al país en 1985, y las circunstancias que dieron origen
a sus producciones musicales, pero también nos entrega breves relatos que aportan
con información relevante para profundizar en la comprensión de sus canciones,
por ejemplo la existencia real de las tiendas que se publicitan en Bailables de Cueto Road (1998) -por muy
surrealistas que sean sus jingles- , o cuáles eran los gatos citados en “Era
pa´llorar” (Química, 1991), cuál fue
el titular de diario que inspiró “Salsa de Chile” (Química, 1991), o cuál es el personaje de la cultura nacional que
inspiró “El monstruo” (¿Quién mató a
Gaete?, 1996).
Las fotografías también cumplen un rol relevante
dentro de esta obra y tienen su propia narración y discurso visual, permitiendo
observar la acción del tiempo y los cambios que este opera sobre la historia
de Redolés, a través de distintas épocas y geografías, y donde muchas veces un
objeto como la guitarra Ovation, o un
lugar como la plaza Yungay son los únicos elementos de continuidad visual entre
imágenes. Las fotografías dan cuenta del devenir personal del músico, donde lo
vemos transitar de una performance inicial asociada a la imagen clásica de
cantautor de música folk, a una estética cada vez más contracultural, que
transita entre camisas leñadoras, el aspecto de "Capitán de barco", la ropa de gala y las guayaberas floreadas, en lo que parece
ser una parodia al estatus visual de cantante, promovido por la industria del
disco. También se aprecian otros detalles relevantes de su vida, como la
participación que tuvo desde pequeño su hijo Sebastián en sus proyectos
musicales, los cambios de integrantes de sus diversas bandas, las presentaciones
en diversos escenarios (algunos de ellos desaparecidos el día de hoy, como lo
son El café del cerro, La casona de San Isidro y El galpón Víctor Jara), y los
afiches correspondientes a dichas tocatas. En lo particular me impresiona la
foto alternativa e inédita hasta el momento del casete Bello Barrio (p: 80), donde los músicos de la banda Son ellos mismos nos miran fijamente a
través del tiempo como si estuvieran a punto de decirnos algo, mientras posan vestidos de gala en una habitación en ruinas,
imprimiendo un fuerte carácter underground
y contracultural a la imagen.
Por otro lado, el libro también es una fuente sonora
porque efectivamente puede ser escuchado.
Esto es posible gracias a la inclusión de código QR en sus páginas, recurso que
nos permite acceder a un video o audio de cada canción en YouTube, configurando
así un tipo de texto de “realidad
extendida”. Este recurso es muy útil, porque nos permite ver los videos que se
han realizado de algunas de sus canciones, y conocer las que no han sido
incluidas en sus once discos, y que aparecen en la sección Bonus track del libro. Un buen ejemplo de esto último es la canción
“La interminable y ecléctica balada llena de preguntas del Don Acá, el
estudiante de musicología”, una especie de “¿Quién mató a Gaete?” académico,
que desliza un lúdico cuestionamiento a ese campo de estudio. De esta manera, el
conjunto de textos reunidos en este libro configura un resultado que está en
línea con el concepto de intermedialidad desarrollado
últimamente por Juan Pablo González (siguiendo a Higgins), porque es evidente
el uso de diversos medios para la puesta en valor del archivo presentado, lo
que configura un tipo de libro-artefacto,
que se abre desde cualquiera de los recursos o “dispositivos” inscritos en él.
Es difícil hacer una caracterización de las 103 canciones presentadas, pero sí puedo decir que el material permite apreciar relaciones temáticas, estéticas y performáticas entre ellas, por ejemplo el diálogo sobre la deriva del movimiento estudiantil que se establece entre “Química” (Química (de la lucha de clases) 1991), “Michelle y los pingüinos” (Cachai Reolé 2007), y “Pingüina rebelde” (Bonus track 2022), que parece ir actualizando y desarrollando la historia de las manifestaciones de los estudiantes secundarios chilenos. Otro elemento que dialoga entre canciones es un tipo de performance particular desarrollada por Redolés, donde se confunde la naturaleza poética y musical de lo que se escucha. Esto se da por la presencia de voces poéticas que se fusionan con el personaje musical, al punto de crear un polihablante que complejiza el resultado sonoro, descentrando el estatuto de canción al integrarle la declamación poética, la que a su vez es una performance actuada, que convierte lo poético en sonido. Esto se puede apreciar por ejemplo en las canciones/poemas “Bello Barrio” (del casete Bello Barrio, 1987, que no aparece aquí como canción), "El Mejicano" (Química (de la lucha de clases) 1991), “¿Quién mató a Gaete?” (¿Quién mató a Gaete?” 1996) y “Los tangolpiando” (Redolés y los ex -animales domésticos en Shile, 2001).
Finalmente, al realizar una mirada global de esta publicación, se podría decir que también hay una autobiografía no declarada por el músico, oculta por el titulo cancionero que caracteriza al trabajo, y cuya deriva puede ser descubierta por el lector al revisar en orden cronológico el contenido presentado, el cual a su vez viene a complementar los recuerdos que aparecen en su libro Algo nuevo anterior, de 2017. En suma, el amplio recurso multimedial puesto en valor en esta publicación aporta en forma importante a darnos una visión cada vez más profunda y completa de la historia y creación de este importante artista nacional, a la vez de brindarnos la oportunidad de recorrer su obra guitarra en mano, lo cual es una de las novedades de este libro.
Víctor Navarro Pinto
Datos de la publicación:
Mauricio Redolés. Otra cosa. Siento tres canciones de Mauricio
Redolés. Prólogo de Marisol García. Santiago: Editorial Beta Pictoris,
2023, 431 pp.
Para comprar el libro escribir a: mauricioredolesproducciones@gmail.com
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